Sangre teñida de fiesta,
al fondo de la calle peinetas,
trajeados asisten jubilosos,
participes de la matanza.
Figurantes indispensables,
en este macabro espectáculo.
Se acercan a las puertas,
con ordenado ritual,
ocupan sus asientos,
esperando la entrada de los secundarios,
que con aires de épocas pasadas,
se dirigen en regimiento,
a rendir honores al director,
que cerca de los productores,
amasa sus manos y afilan los dientes,
impacientes por la entrada en escena del protagonista.
Engañado y drogado,
entra en el estudio,
temeroso de su destino,
corriendo de un lado a otro,
las palmas y los gritos,
desorientan sus pasos,
haciéndole caer en la trampa.
Aplausos, gritos, oles,
van minado su resistencia,
hasta que exhausto y entregado al destino,
deja la fría hoja,
traspasar su corazón,
llevando al éxtasis final,
este asesinato,
convertido a fiesta nacional.
(orgullo patrio de seres civilizados. Torturando asesinando y humillando a un igual. Para entretener a las masas, olvidando sus propios problemas).