2011-06-24

Confieso 2ª parte

             Uno por uno, fueron dejando su rastro en cada poro de mi piel. A medida que sus caricias se sucedían, algo despertó en mi interior. Una furia irrefrenable se fue apoderando de mi voluntad encendiendo una llama que ya no se apagaría. Con los ojos inyectados en sangre y la fuerza empapada en rabia, perdí el conocimiento. O eso creí. Al volver en si, me encontré la habitación llena de sangre y mis ropas raídas y e impregnadas de ese liquido viscoso. A los pocos segundos de despertar y percatarme de la gravedad de la situación.  Vi postrados en tierra, cuatro cuerpos inertes que yacían a mis pies. Un golpe seco en la nuca me devolvió a la inconsciencia.
            Al volver en mi, no había ni rastro de la dantesca escena que había soñado, o vivido. Estaba confundida y desorientada.
            Habían pasado treinta años y como quince atrás me despertaba al lado del cerdo que a mi lado se revolcaba entre las sabanas y estiércol.
            Como cada mañana, comencé a preparar el café. Mientras llegaban a mi mente los primeros avisos, que enamorada y cegada de amor no quise ver. Hasta que fue demasiado tarde. Primero un cachete cariñoso, después algunos insultos y vejaciones, tanto en público como al abrigo del dulce hogar. Pero una mujer debe aguantar, pues sino estará sola y desamparada en el mundo. Pensé yo.  Otros días volvía totalmente borracho y hecho una furia. Aliviaba sus frustraciones en mis costillas con una silla, en la que jamas pude volver a sentarme.

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