2011-06-23

Confieso 1º parte.

             Desde muy pequeña, me enseñaste a obedecerte, servirte, sonreirte y no contradecirte. Incluso si alguna vez querías algo más, a satisfacer tus necesidades sin una lágrima en mi rostro.
             Mama nunca decía nada, bastante tenía con saber donde se encontraba. Había días que me caía de cansancio esperando su vuelta. Para cuando me despertaba , solo la tristeza y la oscuridad eran mi compañía.
Con el tiempo, olvide que un día tuve una madre.
             Fui acostumbrándome a mi destino como un autómata. Procedía a satisfacer los deseos de aquellas bestias. Cuando no podía respirar, se inventaban un nuevo juego (así llamaban a los abusos a los que me sometían). Simplemente me decían que habían pagado mucho dinero, para que una niña caprichosa y llorona acabara con su diversión. 
             Así como si nada... ya no me pertenecía. Era una mercancía en un mercado en el que ganaba quien más pujaba.
             Todavía recuerdo aquella noche. La lluvia con su golpeteo incesante me recordaba que estaba viva en cuerpo, no en alma.
             Un portazo me saco de golpe del reparador sueño que tanta falta me hacía. Cuando sin previo aviso cuatro siluetas me devolvieron a la rutina.      

2 comentarios:

Anónimo dijo...

julen historia triste pero muy cierta.Tu hermana

Unknown dijo...

Gracias hermanita un abrazo y un beso. si es triste pero a veces la realidad hay que plasmarla para verla.