2011-06-18

Obra maestra

Cuando quieres escribir una obra maestra, es probablemente el momento que más esfuerzo inútilmente has derrochado. Has dejado que pase sin más. Empujado bajo un montón de momentos alejados después de su eclosión para más tarde condenarlos al olvido. Alojados en ese mundo en que se entremezcla, la risa con la tristeza, los sueños con los anhelos. No importa su orden ni su etiqueta, ni siquiera preocupa su importancia. puede manifestarse en colores, bajo la oscuridad, o agazapados detrás de cualquier esquina. Sombría,
iluminada o vacía. Las obras maestras están hechas con maestría, ilusión y no a golpe de talón. Algo en auge y emergencia en estos días de recortes y sin sabores, en estos días que nos decían los visionarios capitalistas desde sus paraísos fiscales y con sus bolsillos repletos de sudor y sangre. Que serian y serán duros. No, perdonen, una obra maestra requiere palabras dichas con maestría que aunque sean carentes de significado para el gran público, sólo una minoría sabe apreciarlos. Lo dicho, vivimos tiempos de engaños, de recesión de la moral, de grandeza de vividores y sobre todo de cómplices y complicidades. Estas si son, al menos eso parece palabras acordes a los tiempos que corren. Pero para resumirlo en el lenguaje de los desheredados diríamos que "nos mean y dicen que llueve". Nos dan óstias en las calles y dicen que es para protegernos, te quejas democráticamente y te subrayan que esas no son formas, te vas al monte y te devuelven a la ciudad a patadas, das un grito y te llaman provocador, escribes una obra maestra y lo tachan de panfletillo rojo, revolucionario, seguidista, oportunista que te acercas al árbol que más cobija. Señores, no estamos ni estaremos de acuerdo. Pues cuando me voy a descansar, sin un puto euro para comer. Debajo del puente de un pueblo sin nombre. Donde tengo que dormir con un ojo abierto, cuidándome de no recibir una agresión de vuestros cachorros. Se hace muy difícil pensar siquiera que les importo. No le hablo de otros, le hablo de mi obra maestra. Esa que ustedes rechazan sin darla una oportunidad. Esa que luche por mantener. La misma que día a día intento que se haga realidad. Por la que batallo con intensidad y coraje numantino, a ver si se hace realidad. No tengo más que decir, pues me han robado la palabra. lo único que me quedaba. Quédensela y guárdenla en sus bancos bajo siete llave. Pero por favor, esta noche devuélvanme el alma. Restaurenme mis cuarenta años de hipoteca, liberen mi dignidad secuestrada por engañar durante tantos años en mi trabajo. Pero no envíen por correo sus disculpas, pues allá donde voy. No llegan los mensajes alados, hace tiempo que los reproches y las rencillas privatizaron la esperanza. Una última cosa les diré: he quedado tan vació que se ahora, después de estas letras que la obra maestra,
habitaba en mi interior. Solo debía dejarla salir.         

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